Por alguna suerte me hallé enfrente de este pequeño, cuya madre se encontraba recolectando miel en los colmenares cercanos, disparé pensando en lo surreal de su imagen en medio de las abejas. Es obvio que las abejas no se ven (aun si miramos cuidadosamente), el momento existió y se congeló y yo estoy ahora en Pekín y él se ha quedado en el apiario malayo para siempre, eternamente niño.
Foto: Jorge Santiago. Sabah, Malasia.